ACERCA DE LA MALDAD
Mi intención es indagar los caminos de la maldad, buscaré sus
atributos, formas y manifestaciones, pero sobre todo me preguntaré… ¿qué es la
maldad? ¿Se trata de una cualidad ontológica? ¿Existe más allá del ser o es
inherente a este? ¿Se puede, realmente, hablar de maldad? Trataré de ser lo más
amplia posible para ir decantando cada vez más sobre este concepto. Partiré por
afirmar que la maldad es un hecho de lenguaje, es un concepto, una construcción,
una categoría, existe en tanto se la nombra. No existen animales “malos”, sí unos
más salvajes que otros, más o menos domesticados. La maldad no existe hasta que hemos acordado
su existencia, al percibirla, nombrarla e intervenir sobre ella[1]. Quizás los zoólogos digan
que los animales no pueden ser malos porque no poseen conciencia, juicios,
etc., o porque poseen un instinto. Pero diré que uno puede ser malo en tanto
esté inmerso en el lenguaje, en cierto orden simbólico.
Según
Wikipedia, “la maldad es una condición negativa atribuida al ser humano que
indica la ausencia de moral, bondad, caridad o afecto natural por su entorno y
quienes le rodean… actuar con maldad también implica contravenir
deliberadamente usando la astucia, los códigos de conducta, moral o
comportamiento oficialmente correctos en un grupo social”. Si tomamos la
definición de Wikipedia, que parecería muy simple en un comienzo, uno puede
caer en cuenta que el asunto no es tan sencillo. Para empezar, la maldad es una
cualidad difícil de delimitar. No existen parámetros para hacerlo, no es “si A,
entonces, B”. ¿Los asesinos son malos? ¿Los violadores son malos? Toda regla
tiene una excepción.
Ian Hacking, en La
construcción social, ¿de qué?, afirma que muchos conceptos son
construcciones sociales y estas son clases, y que la clase afecta al individuo
una vez que el individuo forma parte de la clase, y la clase cobra vida más
allá del individuo. Siguiendo con la definición de Wikipedia, al parecer, lo
que no entra en la categoría de maldad, no es tan “natural”, ya que esta implica
una ausencia. ¿De qué? Valores, códigos, comportamiento socialmente aceptado
dentro de un grupo. Entonces la maldad, ya sea por su ausencia o presencia,
está dada por un valor referencial. Podría decirse que lo que es considerado
maldad en la China, en Bolivia no lo es.
Del maniqueísmo al relativismo (o al
revés)
El
maniqueísmo es una religión universalista fundada por un persa, Mani (o Manes),
quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad. Los
maniqueos eran dualistas, creían que había una lucha entre dos principios
opuestos e irreductibles: el bien y el mal, y que estaban asociados a la luz y
a las tinieblas. El maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males
cometidos porque cree que no son producto de la voluntad, sino del dominio del
mal sobre nuestra vida. Se puede extrapolar el maniqueísmo en otros sentidos,
un ejemplo son los cuentos de hadas. Bruno Bettelheim, en Psicoanálisis de los cuentos de hadas precisa que no hay nada más
exitoso para transmitir ciertos valores, preocupaciones y principios sobre la
vida que los cuentos de hadas en los niños. ¿Qué característica tienen los
cuentos de hadas? Se trata de personajes simples, al estilo Hitchcock, no
confunden. El protagonista, que es bueno, tiene un problema a resolver, o un
objetivo, y el antagonista, que es malo, se lo impide, entonces, los cuentos de
hadas fluyen entre la lucha del bien contra el mal. No se trata de personajes
más modernos, como podríamos encontrarlos en los cuentos de Chejov, o de Edgar
Allan Poe donde la línea entre lo bueno y lo malo es más confusa. Por eso los
cuentos de hadas son cuentos de hadas y los cuentos de Edgar Allan Poe son
siniestros. La maldad quedaría ubicada en el terreno de lo unheimlich, de aquello opaco que no se sabe bien qué es.
En Historias del mal, Sichère plantea que
no se puede sostener el concepto de maldad a partir de un discurso de la moral.
La maldad no sería el opuesto antagónico de la moral y la razón, aunque
haciendo un análisis de las diferentes épocas sí encontramos este maniqueísmo.
Por ejemplo, lo vemos en el cuadro de “La encrucijada de Hércules”, de Carracci,
que cita Lacan en el Seminario 24,
donde Hércules está en una disyunción, tiene que elegir entre la mujer del
bien, que representa la razón, el esfuerzo, etc., y se lo representa en el
cuadro como un camino lleno de obstáculos y árido; o la mujer del mal, que
representa la carne, lo suntuoso, los placeres sin límites, y en el cuadro se
la representa a ésta con poca ropa y rodeada de jardines. Sostengo esto porque
las épocas que nos antecedieron tienen la impronta de la tradición
judeocristiana. Sin embargo, lo que a mí me interesa destacar es el mal en
tanto enigma, tal como lo sostiene Sichère.
La maldad como enigma
Freud,
en su artículo de 1919, Lo ominoso,
sostiene que lo Unheimlich es lo
opuesto de heimlich (íntimo), heimsch (doméstico), y vertraut, (familiar). También dice que
no todo lo novedoso es susceptible de ser ominoso y que para que lo familiar
devenga Unheimlich, algo tiene que
agregársele. Pienso que en ese “algo” está el enigma que me interesa indagar.
¿Es
posible que todo lo que cause horror, todo lo espantoso, toda la maldad, para
lograr su efecto tiene que tocar algo de lo íntimo del sujeto? No por nada
prácticamente todas las películas de terror ocurren en casas. Algo del orden de
lo doméstico y lo más íntimo es trastocado. El niño aterrorizado por la noche
no se esconde del kiosco o de la calle, de lo que tiene terror es de lo que hay
debajo de la cama, o en el ropero, de lo que ocurre en lo más íntimo del hogar.
Por eso, la primera hipótesis que planteo es que lo siniestro es el mal. El mal
está en lo más íntimo, y para que devenga horroroso debe presentar esta doble
faz, ser íntimo y externo… éxtimo. Me llamaba la atención un ejemplo que da
Miller en ese mismo seminario, donde menciona que un lapsus muy común es sacar
las llaves de la casa cuando se está yendo al consultorio del analista, ahí una
analista interviene y dice que ella nunca tuvo ese lapsus, y Miller le dice:
“es que usted en su casa no se siente como en su casa”. Con este ejemplo vemos
que lo familiar, lo doméstico, lo íntimo, presenta otra cara, la cara de la
Cosa.
[1]
Rosenberg Ch E. Disease in History: Frames and Framers. Milibank Quaterly 1989;
67 (suppl. 1): 1-15. *La frase original se refiere a la enfermedad, en lugar de
la maldad, pero me parece que hacer la correlación resulta válido en este caso.


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